EN 2017 INICIA SU COLABORACIÓN CON EL PERIÓDICO ÚLTIMO CERO CON LA SECCIÓN "DE RAIGAMBRE CASTELLANA".

Publicado el 12 de abril de 2018 en ÚLTIMO CERO

ME GUSTAS MUCHO

Cuando éramos pequeñas los cumpleaños se celebraban en el salón de casa aderezados con “sangüis” de jamón de York y Fanta de naranja. Recuerdo que la madre de Laura Martín era muy moderna y también nos ponía películas de Rocío Dúrcal…¡En VHS!!! Esto, que ahora suena un poco Cuéntame era “lo más” en esa época. Nos quedábamos embobadas visualizando los gorgoritos de la prodigiosa virgen franquista.      

Ya saben que la providencia es mi gran aliada y me regala frases que luego yo metamorfoseo en artículos de opinión con los que me quedo la mar de a gusto y así, entre todos, hacemos un poco de catarsis. 

“Ayer me enfadé con mi cari. Tardó 10 segundos en dar a Me gusta en la foto que subí esquiando y ha puesto 27 Me gusta al petardo de su compi de máster en el álbum de body pump. Por si fuera poco, hace siglos que no me envía el emoji de corazón con ojito guiñado, ese que antes mandaba cada doscomacuatrohoras y ….”.

Toda esta jerga, que quizá parezca una exageración –¡he hiperbolizado un pelín… lo reconozco!- bien pudiera formar parte de la charleta entre dos jóvenes en la actualidad. Probablemente algún lector esté pensando que nos hemos vuelto medio lerdos y lleva razón.

Cuando yo era adolescente si te gustaba alguien, o bien te arrimabas en la disco mientras sonaba “With or without you” de U2, o dejabas una notaza entre las hojas de su carpeta clasificadora -una de esas que hiperdecorábamos a modo de santuario de la pubertad- y cualquiera de las dos opciones, culminaba en filetako sin par en el pasillo del insti.

Me estoy empezando a sentir como una dinosauria, pero… ¡¿Qué quieren que les diga?! Mi generación vivía en un pleistoceno informático muy auténtico. De tú a tú. Y en la actualidad nos encanta cubrir las relaciones con preservativos virtuales. Puritita y yerma profilaxis 3.0. A causa de ello, nos estamos convirtiendo en unos cobardes descafeinados. 

Hace un par de días, una amiga cumplió añetes, ni rastro de los sangüis ni de la Dúrcal… ¡Qué lástima!. La festejada -en medio de un fragor de gin-tonics y nuncamásjóvenesqueahora- encontró a un chico que con el que mantiene un tonteo mutuoy ni la saludó. Eso sí, cuando llegó a casa, advirtió que le había escrito la correspondiente felicitación por Facebook

La decepción indignada de mi comadre espetó vía chat: “El próximo año prefiero que lo hagas en persona y, a ser posible, acompañes tus buenos deseos con un larguísimo beso con lengua. Así, a las bravas, en vez de obsequiarme con el soso muñecote de la lengüecita fuera y el ojo a la virulé”.

¡Pobrecito! Simplemente es un vallisoletano -como buen pucelano saluda según tenga el día- al que el Sr. Cara-libro recordó un cumple al conectarse. Y esa es otra, ya nadie “archiva” ninguna fecha de cumpleaños, ¿Para qué… si nos la chivan?.

¡Menudo mareo! La avalancha de notificaciones es tal que -como la coja a una un poco blanda- boicotea disfrutar de los ojos de ese amigo real y majete a nuestro lado, por estar con el dedito nervioso dando las gracias al resto de la humanidad ¡Qué cansado es todoahora, caramba!.

Aunque bien pensado, mi coleguita es una pavisosa… debería haberse acercado al mozo y entonar -emulando a la Dúrcal- aquello de “Me gustas muchoooo, me gustas muchooo tuuuú”, ser valiente en vivo y en directo, como lo era en BUP -con dos calimotxos de más en el cuerpo y su flequillo en punta- que ese rol de princesita esperando al ínclito caballero, no le va nada.  

Si es que comemos tanta pantallita que luego nos amilanamos a la mínima… ¡Señor, señor!!!.

Publicado el 8 de marzo de 2018 en ÚLTIMO CERO

LAS CHICAS SON GUERRERAS

Cierto principito volvió del cole con una duda existencial de esas que traen cola y siempre apunto en la libreta de “Tribulaciones interiores infantiles, nada infantiles”:

“¿Mamá, qué curioso que ninguno de los 12 apóstoles fuese mujer, no!?”.

No sé que hubieran argumentado ustedes en mi lugar, ante tamaña observación planeando sobre su cándido primer septenio, pero yo me limité a hacer eso que hacemos las madres y los padres cuando no tenemos LA RESPUESTA, reafirmar sobre lo dicho sin realizar ninguna valoración: “¡Vaya, sí que es curioso, sí…!”. Continué escurriendo el bulto con el siempre solícito “Eso ya te lo explicará tu maestra, pregúntale, anda…”.

¡Qué cobardía y poca elocuencia la mía! El caso es que llevo toda la semana dándole vueltas y, sin querer perderme en andurriales teológicos, confesaré que a mí Jesús siempre me ha caído bien. Es más, creo que su mensaje fue lo más revelador que ha sucedido en este planeta en muchos milenios.

Además, sabemos que Jesús era un hippie y no miraba por encima de su hombro melenudo a nadie, “ni siquiera” a las ninguneadas féminas de la época.

Un coraggioso Scorsese destapó lo que todo el mundo sospechaba, que el de Nazaret era un fenómeno de la integración social, y ahí le tenías paseándose con María Magdalena por “la calle Santiago de Jerusalén”, sin complejos ni prejuicios.

Entonces reflexiono que, si Jesús era tan progre como sospecho, no le importará que reescriba un poco el concepto “apóstol”, todo ello en beneficio de la Educación por la Igualdad de los principitos filósofos que habitan nuestros hogares.

¡Manos a la obra! Voy. A ver… EL TEMA es: modelos de MUJER.

Sería estupendo que nuestros infantes fuesen capaces de ver que detrás de esa compañera de trenzas quizá se encuentre una Juana de Arco, aguerrida y luchadora hasta la médula, y que sobre la otra compi –la de las bambas de lunares- planea el espíritu de Amelia Earhart, y así se explique porque disfruta diseñando aeroplanos última generación, que esa otra niña -la que usa lapiceros de cinco tipos- es una Virginia Wolf contemporánea que reclama una habitación propia para darle con brío al grafito, o que cierta brujita pelirroja será una versión postmoderna de Marie Curie, y por eso, cose a preguntas al de Química, o la chavala que siempre está en silencio -pero cuando habla parece que sube el pan- es una suerte de Teresa de Jesús coetánea.

(A Sor Teresa la citamos por intensa, mística y rebelde, I love Santa Teresa de Jesús, el auténtico ejemplo de cómo una puede pertenecer a un grupo, del cariz que sea, y no perder nunca la independencia, esa autodeterminación… ¡Sí nos gusta!. Además, escribió una poesía inmensa, entre psicotrópica y cuasi carnal… ¡Un puntazo Santa Teresa!).

Tampoco estaría de más que admirasen las piruetas de esa danzarina larguirucha que sigue la estela de Isadora Duncan.

(A la madre de la danza contemporánea hay que reivindicarla por loca, libre y promiscua, tres adjetivos que suelen usarse para denigrarnos. El ballet no sería igual sin su personalísimo trabajo).

Advirtiesen que la pecosa pizpireta conocedora de todos los nombres científicos de los animales es una Jane Goodall actualizada.

Reconociesen que sin la vehemencia de esa Clara Campoamor infantil nunca hubiesen conseguido que les permitiesen celebrar una asamblea de niñas y niños.

O descubriesen que en esa “coletas” -una jefaza que sabe conducir como nadie los juegos en el recreo- habita una Montessori a todas luces.

Se dejasen llevar por una de esas cancioncitas que silba la envolvente y rítmica muchacha del flequillo en punta, que bien podría ser la hermana pequeña de Sofiya Gubaidúlina, y algún día creará una Sinfonía que alimentará los corazones ajenos. Lo hará.

Uniesen sus brazos eco-indómitos a los de esa Wangari Maathai en miniatura, que no cesa de proclamar a los cuatro vientos “¡Arriba las ramas!” en defensa de los árboles.

O se acercasen al cielo de la mano de esa aprendiz de Hipatia, inquietante, sabia y matemática precoz que resuelve las operaciones en tiempo récord.

¡Y ya van 12…!

Si me pongo a evocar MUJERES, la lista es larga. Ahora me viene un chiste fácil: Jesús, el pobre, lo tuvo más sencillo eligiendo entre los hombres, con nosotras hubiese sido harto complejo, pero, no chicos, no tiene gracia trascender errores pasados, acometiendo los propios, ¿verdad?

Mi Principito perspicaz y yo disfrutamos un día de “Mulan”, poema narrativo chino protagonizado por una dama de armas tomar que derivó en cuento cinematográfico. Ya saben… la guerrera oculta tras un perfil masculino que lo mismo reparte mandobles con la espada, que con su filosofía kilbiliana infantilizada nos deja atónitos. Al terminar la peli, me regaló una de esas sonrisas cargadas del eureka infantil, y declaró: “Mamá… ¡Podría decirse que las chicas son guerreras!”.

Encantado de ser espectador del empoderamiento femenino, ¡oigan!. Ambos nos reímos y yo concluí pa mis adentros: “Si un hombrecito crece con esa certeza, se lo pensará dos veces antes de menospreciar a una compañera, ya sea de pupitre, trabajo o vida”. ¡Ojalá sea así!

Redirigiendo al asunto teológico, yo -que siempre he sido muy de alabanzas- no podría finalizar sin soltar un: ¡Viva el nuevo apostolado! ¡Y los 8 de marzo bien moraditos! Sí, pero con ELLOS a nuestro lado. Insistimos un año más. La transformación se obrará pero… ¡NO SIN VOSOTROS!.

Pd. Dedicado a todas las Apóstolas anónimas que habitan nuestros días de diario.

Publicado el 14 de febrero de 2018 en ÚLTIMO CERO

TU CUERPO ES MI CUERPO

Tu cuerpo es mi cuerpo, un sólo cuerpo ambos, el cuerpo del amor, conjunciones, disyunciones, copulaciones, cuerpos entrelazados, palabras de amor; yo no soy yo, que soy tú que eres yo. 

Interminable diálogo de amantes, abolición del tiempo en el éxtasis, renovado amor, mi gloria en tus ojos, luna y sol de mi suerte, alumbrando tu carne flor, llameante hoguera, playa extendida, turris eburnea, domus aurea (…)”.

Cuando era adolescente leí cientos de veces este poema.

Lo encontré en “El libro de la Sexualidad” un coleccionable que coordinó la Doctora Elena Ochoa allá por los 90 y al que muchos padres de la época –clásicos a la par que modernos en la cuestión- confiaron la Educación Sexual de sus hijos. Desde mi más profundo desconocimiento del tema, percibía que en aquel texto se revelaba lo sagrado del binomio Amor-Sexo.

Además, ese colofón latino -“Torre de marfil, casa de oro”…¡guau!- me volvía loca. Amaba la Poesía y el Latín, esa lengua pluscuamperfecta, precisa y solemne, no sólo apta para hablar de las batallas del César y los Carpe Diem de Horacio.

Deprisa, deprisa. Ahí vamos. También en nuestras relaciones.

Nos olisqueamos como perros confusos en la oscuridad cobarde de una discoteca y, casi sin mediar palabra, podemos concluir compartiendo lecho con una persona de la que no conocemos aspectos tan esenciales como su canción favorita, el nombre de su constelación más amada o cuál es su caricia predilecta. Empezamos la casa por el tejado, que suele decirse.

Habría que volver al beso, a un delicioso y prolongado beso de tres lunas. Vivenciar ese momento entre mágico y milagroso en el que nuestros labios sellan la atracción sentida por un semejante.

Escuchar una ópera completa mientras sucede o 7 discos de pop -si somos de otra naturaleza- pero reconocer la trascendencia de ese lance, regalándole su propia banda sonora. Después, sólo una vez descubierto a qué sabe cada rincón de la boca del cómplice, llegarán las caricias.

Esa eternidad en las yemas de sus dedos,

quedarse a vivir en su pecho,

respirar cada latido,

tejer un piel con piel profundo y amoroso,

bucear en el goce sin red.

Y entonces sí, solamente una vez que cada centímetro de la piel haya sido vivido, amado, conquistado… entrar a matar.

El buen sexo es algo parecido a morir juntos. Algo semejante a marcharse, esa ilusión creada en díada, es la antorcha que nos conduce a un lugar mítico: la mansión del AMOR y el PLACER, donde sólo pueden ir los amantes valientes con corazones nobles y certeros.

Matarnos a besos.

Resucitarnos a base de caricias.

Y después, cuando ya hayamos trazado el mapa epidérmico del otro, dulcemente copular.

Sí, “Copular”, es un verbo maravilloso. Implica unión. Nada de aquí te pillo, aquí te mato. Lento, todo se detiene para poder apreciar, valorar, saborear ese momentazo en el que nos entregamos a un mar vecino.

Señoras y señores, eso es hacer al Amor: desvanecerse en el Alma humedecida del cómplice. Déjense de folleteos rápidos e impersonales con 7 gin-tonics dispersando la divina cuestión.

Relean a Novalis, ya saben “Mi cuerpo es un templo”.

La presencia, amorosa y plena, es lo más poético y revolucionario que puede hacerse hoy en día a nivel sexual. Háganlo con Amor, de lo contrario…. mejor jueguen al Candy Crush como un diputado descreído en el Congreso.

Sino van a comprometerse con el calor del otro, ni empiecen.

El cuerpo del amante es su hogar más íntimo, la casa que abre para hospedarnos.

Seamos unos huéspedes impecables.

Hacer el Amor es acariciar el Alma al ser amado -que nadie se me asuste y no siga leyendo- para los alérgicos al compromiso, citaremos “a la aventura amada”… también. Hay que amarse, aunque sea un encuentro breve, tiene que estar ese gesto, esa reverencia.

“Tu cuerpo es mi cuerpo, yo soy tu cuerpo, un solo cuerpo ambos, el cuerpo del amor …”, ya conocen la letanía.

Y mirarse a los ojos, a ver si somos capaces de desentrañar ese misterio, el de encontrarnos verdaderamente con el otro.

Así, sí nos gusta.

Pd. ¡Feliz AMOR!

 

Publicado el 2 de enero de 2018 en ÚLTIMO CERO

PAPÁ NOEL TAMBIÉN SUFRE   

16:30. Salgo del baño como un tornado con el cepillo aprisionado en la boca, en una de esas peligrosas demostraciones femeninas de “yopuedohacerdoscosasalavez”: seguir cepillando mis dientes mientras me calzo las botas. Error. Calculo mal la distancia del marco a mi pobre pie y le doy un trompazo considerable. La puerta hace ese temido efecto “palanca” con el dedo meñique, que termina mirando hacia Sebastopol.

16:35. Hielo a destajo y juramentos en hebreo y eso que yo no sé hebreo.

Un amigo, solidario, sugiere llevarme al médico: “¡Ni de coña!... vamos, yo me voy a currar ahora mismo… si esto se baja enseguida…”.

17:15. Sala de espera de Urgencias. Aborrezco cordialmente este lugar. ¿Por dónde empiezo?… A ver… No es que yo sea lo que se dice una persona excesivamente escrupulosa, es que este sitio es un “guateque” de gérmenes, que no se ven, y un “festival” de porquería por doquier muy visible. Colillas amontonadas en la entrada, papel higiénico por el suelo del baño, pipas, caramelos, cacahuetes… No exagero… La manada es muy cerdícola. Los de la limpieza hacen lo que pueden.

Me pierdo entre estos vericuetos y la certeza de que me espera una larga espera…¡Ommm! El personal sanitario también hace lo que puede.

Mi buen aliado se ha ido a aparcar. Entretanto me han colocado en una silla de ruedas, así que decido poner rumbo al quiosco. Ojeo la revista Cuore, nada edificante pero entretenida como pocas. Una presentadora de TV confiesa que mantiene una relación “abierta”… ¡¿He oído poliandria en vez de poligamia?! The times they are a changin'. 

De repente, levanto la mirada al frente y veo aparecer al mismísimo Papá Noel. Ahí le tienes, con su inverosímil barba blanca y su trajecillo bicolor.

¡Ey, un momento…! Papá Noel anda muy raro… No… Papá Noel parece un poco juma… No, no… Está muy borracho.

A pesar de su estatus, compruebo como cumple religiosamente con todos los trámites: se presenta en admisión, aguarda el turno y entra a la consulta primera.

Mi mente volandera comienza a planear: ¿Qué narices hace el venerable Noel en la sala de Urgencias del hospital? Y lo más importante, ¿por qué está ebrio? No deberían permitirle salir así a la calle… ¡Menudo ejemplo!.

El “temita” me mantiene alerta y disponible para el arte de elucubrar: ¿Le habrán despedido? ¿Los niños le rechazan? ¿Tendrá hipotermia? ¿Será un impostor? ¿Estará esperando a que le avisen para subir al ala infantil?...

Un segundo… I can´t believe it… Papá Noel ha sacado un Nokia 3410 del bolsillo del pantalón… aarg!!! Un modelo de puro trasnochado, vintage. ¡¡¡Si lo descubren los guajes, le harán bullying sin remedio!!! Pobrecito.

Mientras teje la conversación se le escapan hacia la barba postiza unas lágrimas que pueden ser cualquier cosa menos postizas.

Empiezo a mirar alrededor. El estupor inicial de algunos de los presentes al observarle de tal guisa, se ha transformado en total indiferencia. Nadie le dedica una mirada al hombrecillo “blanquirojo”, ya no toca.

Concluyo que nuestra consideración hacia Papá Noel quizá sea como los buenos propósitos en estas fechas, duran un minuto y adiós.

Tal vez el problema sea esta escenografía: la atmósfera de cabreo, impaciencia y disgustos que envuelve la sala de Urgencias. O que la gente pasa de todo, hasta de Papá Noel.

¡Feliz Año y Feliz VIDA!

Pd. "Los personajes y hechos retratados en este artículo son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia".

Publicado el 13 de noviembre de 2017 en ÚLTIMO CERO 

FIDELIS INFELIZ     

Al ser humano le han contado un cuento, un cuentito chino que se ha aprendido de "pe a pa". Es más, lo ha aprehendido, que tiene un matiz diferente. Bien apresadito lo tiene. Es la vieja historia de mantenerse fiel a toda costa, a cualquier precio.

Fiel a la camisa de cuadros, esa tan cómoda pero que ya no alcanza a cubrir la incipiente barriguita.

Fiel a una pareja que ya no amamos, se nos ha quedado pequeña o demasiado grande -nunca se sabe- cómo si de otra vestimenta trasnochada se tratase.

Fiel a la música que un día nos hizo vibrar y ahora suena rancia y fuera de onda.

Fiel al destino y compañero de vacaciones, cuya conjugación resulta ser una batalla campal, donde cabe todo, menos el descanso.

Fiel a ese amigo que ya no nos entiende, que habla otra lengua, que habita otro espacio y añora un lugar en nosotros extinguido.

Fiel a un trabajo cuyo único incentivo es costear las facturas y por el que pagamos un desorbitado coste.

Guardamos todas esas extrañas fidelidades -extranjeros de nosotros mismos- en nuestro cajoncito de ciudadanos modélicos y por encima de ellas flotan, como cadáveres nada exquisitos, sus correspondientes adicciones.

A una ropa que ya no nos cubre,

al amor en cenizas, 

a unas notas que no definen la BSO de nuestros compases, 

a un paisaje desértico y yermo,

a una camaradería extinta y caduca,

a una labor que nos mata más que cualquier otra cosa, 

mejor que ninguna otra droga.

Fieles y adictos, 

consumamos nuestros miedos, 

consumimos nuestras vidas. Y ahí vamos…

Hemos olvidado la transcendencia de una palabra más esencial que la fidelidad, más poderosa que cualquier adicción. La lealtad… a uno mismo.

Esa prodigiosa fuerza centrífuga, 

ese puñetazo a la cotidianeidad que lleva

a vestirse de lunares, 

con la piel de un ser nuevo, 

que descubre su propia melodía,

que compone edenes personalizados,

que no mantiene una sola relación baldía,

y ocupa sus días en la dicha de la autenticidad.

Sólo entonces… 

Deja de necesitar su dosis de tóxicos gin-tonics, de Malboros clandestinos, de veladas tinderas, de farlopaemocional, de pastillas para dormir, para despertar, para ser feliz, de biblias exculpatorias, de credos liberadores, de revelaciones embaucadoras, porque solamente… ES.

El miedo nos impide ver que lo mejor está siempre por llegar.

Y lo mejor, no siempre es permanecer…fiel.

     Publicado el 13 de octubre de 2017 en ÚLTIMO CERO

ABUELITA QUE ESTÁS EN LOS CIELOS         

La muerte. Esa señora tan incómoda que cuando viene a visitarnos lo pone todo patas arriba. Los niños y la muerte.

No hace demasiados años, se moría el abuelo y toda la familia, incluidos los benjamines vivenciaban ese trance como lo que verdaderamente es, la otra cara de la vida. Un momento para abandonarse al sufrimiento con el mismo brío que después uno se entrega a algún festejo familiar. Ahora ya no.

En esta desconcertante era de asepsia emocional, hemos borrado cualquier asomo de cercanía y desnaturalizado por completo el proceso de despedirnos de un ser querido.

No tocar, no visibilizar, no oler la muerte, maquillar, disfrazar. Ponemos cristales y ostentosas flores que oculten cualquier vestigio de la parca.

Si mueres en un hospital, rápidamente te alejan de los vivos dolientes.

Si mueres en casa, ídem de lienzo… ¡qué el cuerpo inerte desaparezca veloz de la escenografía de los supervivientes! Con impactante celeridad se quitan el muerto de encima y lo retornan envuelto en papel celofán y… los niños, bien lejos. Este modo de obrar no ayuda.

Ellos viven la muerte con una naturalidad que ya quisiéramos para nosotros, es necesario recordar que vienen de allí… hace menos tiempo estaban en "ese lugar" y saben con esa clarividencia infantil, que los difuntos tan sólo retornan ahí, que todo gira y gira en un baile de eternidad perfecto.

Mi hijo. Mi pequeño clarividente ha perdido a su querida abuelita hace apenas un par de semanas. Hoy, mientras desayunábamos, en un intento de "Madre ejemplar" -“He leído todo lo habido y por haber… debemos verbalizar nuestros sentimientos"... Ya saben, ese discurso de MAMÁ hipster de la nueva crianza-le he preguntado si estaba bien, si se acordaba mucho de ella. Mi hijo me ha lanzado sus azules profundos para verbalizar:

“Mamá prefiero que no me lo recuerdes, porque así puedo seguir creyendo que sigue en la residencia y no se ha marchado”. Touché. -Y ha agregado-. “Soy un niño. No quiero hablar de emociones”. Tal cual.

Entonces hemos pactado que no volvería a mentárselo, a cambio, èl sí expresaría lo que necesitase -cuando lo necesitase- en relación al tema.

Más tarde, cuando se ha fijado en "lo chula" que es una lata de las de colacao -heredada de la abuela- y en el esplèndido òleo que preside el salón -pintado por sus manos- ha llegado la gran revelaciòn: "Aita siempre va a estar con nosotros”. Aún así ha insistido: “Sí Mamá, pero no hablemos de emociones”.

Perfecto -he pensado- mantendremos su presencia en las cosas cotidianas, en nuestro ajuar doméstico, sin embargo, nada de remembers a destiempo.

¡Qué sabios son estos pequeños maestros!

Los adultos y la muerte.

Cuando Papá fue a comunicarle la noticia, el rubito se adelantó y puso sonido al nudo en la garganta de su progenitor, en ese dolor silenciado se alojaba su desgarro por ver marchar a su progenitora. Papá mudo, amoroso y protector querría librar de todo dolor a su propio vástago.

“La abuelita ha muerto”. Expresó su voz infantil con increíble templanza. Después no hizo falta más que un abrazo.

Eso sí, la criatura me confesó a la mañana siguiente que le hubiese gustado asistir al entierro de su abuela. Hasta eso intuye… la trascendencia de la despedida.

Ni en el mejor libro hubiésemos encontrado una lección tan valiosa como que la que porta su mirada profunda de infante. Adioses y bienvenidas. Así es, Cohen.

Ya sé que lo sabes.

Descansa abuelita.

En memoria de Marisol Sánchez, 

El Amor de Francisco Javier Valdés.

Publicado el 26 de septiembre de 2017 en ÚLTIMO CERO

 

   DIONISOS DE ANDAR POR CASA

Elogio de la soledad.

El anonimato en una buena exposición, regalarse la oscuridad y magia de la sala de cine sin aliado de butaca, un desayuno zen rodeada del estilazo almagre de nuestra Plaza Mayor, respirar en ese lujo asiático de Campo Grande, terrazeo voyeur en alguna terraza privilegiada.

Sobre todo… pasear. Mis pasos me llevan al anhelo de disfrutar colores de atardecer entre las siluetas de los torreones frente a La Rosaleda. Atardecer urbanita, pero atardecer al fin y al cabo.

Ocurre hace tiempo que una zona de este jardín, está tomada los fines de semana por jóvenes en pleno revoltijo hormonal buscando la piedra filosofal en un calimocho barato.

No seré yo quién critique el espíritu festivo que rodea esta época del año, es el momento para entregarse a ello, del mismo modo que luego nos recogeremos en la luz interior el invierno, son los ritmos saludables desde que la humanidad “ES”. Nos dibujaron así, ¿saben?

Ocurre que da por pensar…

Recuerdo que hubo un columpio simulando una raspa de pescado que podías recorrer de cabeza a cola. Aventura infantil dorada.

Encuentro refugio en uno de los pétreos bancos, rodeada de rosas y un poco alejada de los ecos de borrachera de mis vecinos de parque. Miro el cielo y me asombro apercibiendo el bullicio de una Valladolid entregada al estío, al tapeo, al compadreo, en unas horas que invitan a echarse a la calle en plena tregua del calorón reinante.

En este santuario improvisado, tropiezo en mi bolso -que todo lo guarda- con el flyer de una expo que ví hace ya un par de temporadas. Fotografías de Leo Matiz en la Sala de las Francesas. Siempre proclamo que tenemos una programación de exposiciones maravillosa, envidiable. Me da fastidio la gente que dice que esta ciudad es aburrida. El aburrimiento es un estado interior. No tiremos porquería a nuestra “casa”.

Reencuentro con mi adorada Frida. En una de las fotos la pintora empinaba el codo. Sin problema. Vivía aferrada a su pincel y podía permitírselo.

Vuelvo a estos chicos que deambulan en modo ese y vivencian una fallida exaltación de la amistad. ¿Sabrán quién es Frida? Frida artista, subversiva, vividora, maestra de universos propios. Frida doliente y calmante, amante y exultante en medio de la encrucijada.

Botellón y ruido versus arte y quietud.

Estos chicos… si conociesen la mitad de la biografía de Khalo probablemente la pondrían en sus carpetas, pero están demasiado distraídos para eso.

Estos chicos… invocan el espíritu de Dioniso pero sin conocimiento. Además es un Dioniso de andar por casa, envuelto en las bolsas de plástico del súper. Una lástima.

Algún lector quizá esté esperando mi acostumbrada referencia a Castilla y/o la familia. Ambas llegan ahora. Hoy mato dos pájaros del mismo tiro.

Llega mi tío abuelo Dionisio como representante de los hombres castellanos. Esos que daban la talla en la taberna y en la labor. Cazador impenitente y chateador hasta su muerte con 94 años. Ese abuelo entrañable que todos querríamos llegar a ser. Él contaba que en su juventud, después del afanoso trabajo en el campo, se entregaba con brío al tinto en la taberna de su Siete Iglesias de Trabancos natal.

Por eso no me llevo las manos a la cabeza, todos tenemos una cultura y un pasado. Tierra de vino, cualquier excusa es buena para entregarse a su influencia. Comparemos ahora churras con merinas.

Los hombres castellanos bebían vino, pero quemaban sus efluvios trabajando la tierra que les vió nacer, y muchos de estos chavales lo más que hacen es peinarse a lo Justin nosequé, no saben buscarse las lentejas ni conocen el significado intrínseco de la palabra hombría. Quizá el sistema educativo no les ayude mucho, pero cada cuál es dueño de sus actos.

Digamos que descorchan la botella antes de tener algo que celebrar o aflojar, dos de las razones más frecuentes por las que se bebe. Y así no, así no se puede lidiar con la adversidad, ni el mundo al revés que vivimos… ¡ni ná!.

En la antigüedad los griegos celebraban la fiesta de la siega con el culto a Dioniso,  que representaba la fuerza regeneradora de la naturaleza y a través del éxtasis provocado por el vino, conseguía renovarse. Los helenos, que eran muy listos, rápidamente se dieron cuenta de que era mejor escribir los textos que salmodiaban durante las ceremonias, en vez de permitir que uno un poco juma fuese improvisando la oratoria.

Conclusión: Hay que mantener la consciencia hasta para emborracharse, porque si no confundimos tocino con velocidad y borreguismo con subversión.

¡Qué bien les vendría a estos mozos cambiar la melopea por una buena expo! Aunque sólo fuese de vez en cuando…

                                                     Publicado el 31 de agosto de 2017 en ÚLTIMO CERO

RELIGARE

“El agua superior es agua de alegría, la experiencia de estar cercano a Dios, mientras que el agua inferior es agua de amargura, la experiencia de estar lejano de Dios.” 

Leo esta maravilla acunando la claridad de mis pensamientos al alba. Leánlo sin pre-juicios ni juicios posteriores por favor. No deseo meterme en algunos jardines, sólo en los vergeles que conduzcan al Edén.

Todos somos la misma cosa. “Decían que éramos lo mismo, la misma cosa tú y yo”. Canta el rockero purgando su oscuridad malsana. Se nos olvida, yo ya lo sabía, pero me lo actualizóuna mujer musulmana, bereber para ser más exactos. Son Imazighen, así deberíamos llamarlos, “hombres libres” originariamente. Un pueblo que lleva ese nombre resume todo. Un buen puñado de siglos de Historia de un plumazo.

Mi amiga. No la encontré en ningún destino exótico, no. Paseando por Tudela de Duero, en el parque mientras juegan nuestros hijos, en la piscina: nórdico-castellano el mío y purito ébano él, nombre hébreo uno y precioso nombre musulmán el de ella. Cohen y Aymán juegan, nadan, ríen, mientras sus madres hablan de Filosofía, de los libros sagrados, todos… Son ya tres años de luminosos encuentros fortuitos. Cada uno con su perla, una frase llena de sabiduría que me llevo a mi casa y a mis sueños.

El otro día, ella me confesó que le gustaba hablar conmigo porque no intentaba cambiarla, hay muchas personas que muestran curiosidad por sus costumbres, pero revela que no la entienden… que aguante estoicamente el calor mientras los niños disfrutan del agua, los ayunos, la vestimenta. Percibe el rechazo en los demás. Sonriendo acerté a decirla: “Es ignorancia, la gente quiere que todo el mundo sea como ellos. Lo diferente asusta”. Agregué una comparación simple y tontuna, pero muy gráfica, para definir la profundidad del asunto: si todo el mundo lleva bañadores a rayas marrones y aparece alguien con uno liso y rojo, miran y les inquieta por que es diferente y… valiente. Ella aseveró con LA MIRADA y apercibí -en ese preciso instante precioso- que conectábamos porque yo siempre me he sentido una extranjera, y no sólo a causa de mi fisonomía “guiri”, no; es que soy mujer con impronta muy personal, por dentro y por fuera. Y este hecho no me sitúa en una posición social fácil, pero… ¡quién dijo miedo! Soy castellana, y los castellanos además de dureza, tenemos mucho temple.

Conectamos decía, porque empatizo con ella. Además hablamos el mismo lenguaje, ella pronuncia nombres de profetas y yo los traduzco al castellano. El otro día, concluimos que todos somos lo mismo y nuestras divinidades son las mismas. Una sola. Todos somos uno.

No quiero hablar de sucesos, imágenes escabrosas repetidas hasta la saciedad, no. Para eso están otros, la carnicería mediática no es mi medio natural, mi objetivo es reflexionar y que el lector autoreflexione. Mis letras no pretenden contribuir ni al miedo ni al resentimiento. 

¡Por el amor de Dios! Y cuando tecleo esta frase es que pretendo apelar a la conciencia humana más desvirtuada, ¡qué cese esta barbarie! Entretanto iniciaremos con algo menos ambicioso: mirar al vecino con respeto y hacer la vida más fácil a los que tenemos alrededor. Eso ya es mucho.

¡Cómo no voy a ser una persona que “cree”! Estudié latín en BUP, ¿saben? Primera lección: verbo Religare. Volver a unir. Ese es verdadero origen del vocablo Religión.¿Prefieren una versión postmoderna? “All you need is love”, versión rasta “Could yo be love and be loved”… concluyo con Jesús, porque venimos de donde venimos: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, " (Juan 13:34). 

La humanidad debe tener hipoacusia y ceguera mental porque si no, no se explica. Una tonelada de siglos después, seguimos erre que erre. Leí en alguna parte que si las mujeres ocupasen el lugar que les corresponde, no habría más guerras, porque ninguna fémina soportaría hacerle pasar a otra por el inmenso dolor de ver morir a un hijo.

Cohen y Ayman juegan, sus madres hablan de Filosofía. Las mujeres somos -una vez más- hacedoras del cambio, a ver si en esta ocasión… nos lo permiten. ¡Ójala!

Pd. Señoras y Señores, con la que está cayendo: pasos firmes pero mirada limpia y generosa al otro, por favor, no entremos en el combate. La única revolución pendiente y legítima es la del AMOR verdadero. El sentido de la Historia pasada, cruenta y poco edificante, es este: trascender lo funesto a base de fraternidad.

¡Hala, me voy a desayunar…! Ahora sí.

                                                            Publicado el 12 de agosto de 2017 en ÚLTIMO CERO

 

 

LAS FOTOS QUE NUNCA TE HICE

 

Hubo un tiempo, no muy lejano, pero que desde la actualidad -plagada de exposición mediática y selfies por doquier- parece casi un tiempo mítico, rodeado de ese halo de misterio y solera que tienen las cosas verdaderas.

Una época en que una visitaba casa ajena y tenía muy claro quiénes eran importantes allí.

Al modo de los romanos con los lares - esas deidades domésticas que situaban en un lugar privilegiado de sus viviendas- en las casas patrias, lucían fotografías únicas e insustituibles. Fíjense que curiosamente nosotros heredamos de los latinos la palabra “lar” con el significado de hogar.

Retazos del acervo familiar. El bautizo del primogénito. La comunión del tío pequeño, vestido con un trajecito prestado por otro pariente. La boda de los abuelos que, vista desde nuestra óptica presente, parecería un funeral de tintes lorquianos por lo oscuro de la vestimenta. La puesta de largo de la Tita Lola, en los más pudientes… Los eventos esenciales acompañaban la cotidianeidad de las familias enmarcados con todos los honores.

¡Hay qué ver lo que ha cambiado nuestra relación con la fotografía! En un pasado reciente se veneraba cada instantánea que adornaba nuestra casa y ahora atesoramos cientos, miles, de imágenes que rara vez abandonan el disco duro del computer o la tarjetita de memoria de nuestro celular última generación. Permanecen atrapadas en un limbo tecnológico que no les reconoce su trascendencia, o si no la merecen… ¿Para qué las hacemos?

¿Recuerdan cuando usábamos cámara de carrete? No era como tener una Nikon y jugar a ser Annie Leibovitz, pero por lo menos sí pensábamos el encuadre antes de pulsar cada vez, se le concedía una importancia al momento de “disparar”. Al igual que después no se revelaban todas las fotos, había una selección, un valor en lo que se hacía.

Hace unos meses durante un concierto de Izal en el vallisoletano polideportivo Pisuerga, llamó mi atención la cantidad de lucecitas titilando en plena actividad. Todo el mundo queriendo capturar “El Temazo”. Sin embargo, se les escurría entre los dedos. Lo que deberían haber hecho es cerrar los ojos y respirar ese momento. Pero no, no podían, inmersos en esa ridícula cruzada que pretende registrar todo con medios técnicos, los mismos que impiden capturar con nuestros sentidos las vivencias. La única y genuina manera de vivir algo es esa, estar presente en lo vivido, con el olfato, la vista y la orientación bien despiertos, como tigrecitos alerta en medio de la sabana.

Y dejarnos de tanto compartir, exhibir, si no parece que no es vivido: mis vacaciones en Cancún, mi perro hace popó, mi hijo hace pipí, mi suegro se llama Pepe… ¡Ufff! Es soporífera esta retransmisión a tiempo real de nuestra existencia en rosa, pero ¿Quién nos creemos? ¿Una de las Kardashian?

Luego nos atiborramos a cursitos de Mindfulness en medio de esta aniquilación, esta patología desarrollada que impide disfrutar el presente, estos parpados quemados de tanto yermo pantalleo.

Cuanto más lo reflexiono, más pienso que debo de ser una mujer muy antigua, porque me siento conectada a valores y sentires un tanto trascendidos, parezco Juana de Arco en medio del fragor de la batalla 3.0.

El otro día leí en alguna parte “Se divertían tanto juntos que olvidaron hacerse fotografías”. Pues eso. Dejen que Annie haga su trabajo y limítense a respirar bien cada instante y abrazar a sus seres queridos. ¡Eso… sí!

¡Si hay una hecatombe que nos pille bien amarraditos y no con un palo selfie entre las manos por Dios!

   Publicado el 27 de julio de 2017 en ÚLTIMO CERO

 

GENERACIÓN PERDIDA

 

Hemos sido afortunados. Nacer a este lado del mundo es lo que tiene...

No somos refugiados de Siria ni nos han obligado a trabajar en la infancia ni nada por el estilo. Nuestros traumas –como norma general- tienen más que ver con el afrontar la muerte de un abuelo, lo que ello implica en esta orilla de “resort kármico”, o que nuestra madre no meciese la cuna con suficiente soltura. Disculpen la hipérbole, pero sólo acotando entenderán lo que debo contarles.

Como buena escritora, miro mucho y veo… ¿Qué observo? Gente de una cierta edad con todo a medias. Me explico, ni estabilidad laboral, ni emocional. Mucha incertidumbre, mucha vida de adolescente, mucho rollo “Me visto de guapo los findes”, me envaino el gin-tonic y ya estoy listo para salir a batirme con el mundo. Y así no…

Abbiamo una certa. Una cierta edad para tener familia, o gatos, o algo por lo que preocuparnos, con lo que comprometernos a fuego. Si no… ¿!qué triste, no!?

Y no me refiero a que todos debamos procrear, no es eso -dejar nuestra semillita en este planeta no tiene nada que ver con criar un par de mocosetes- estoy hablando de actitudes que reconozco en el panorama circundante como síntomas de una falta total de arraigo, motivación, una cierta trascendencia que ya debería acompañarnos a estas alturas del periplo.

No sé… enrolarse en una ONG, ayudar a un desconocido en plena calle, sonreír a la señora de la limpieza, organizar un cursito de alfabetización digital para los viejetes de mi bloque… ¡qué se yo! Las posibilidades son múltiples.

En resumen, hacer la clásica y buena acción del día. Sin este empeño, luego los domingos -de resaca- lloramos, o nos vamos al fútbol a dejarnos los nódulos…

El asunto es delicado porque “El enemigo” lo tenemos en casa. Ese ser que nos impide madurar, posicionarnos, evolucionar, hacer las cosas de manera diferente para obtener resultados diferentes, ¡cortar el cordón umbilical de una dichosa vez!

La estabilidad económica está complicada y es harina de otro costal, admitiremos como eximente. Esa porquería de “minitrabajos” que algunos deben de acometer para sobrevivir, no ayudan mucho a engrandecer el espíritu la verdad…

Se ha dicho muchas veces, pero no por ello ha perdido vigencia: estamos sobradamente preparados… para la nada. Nada en la nevera es duro. Nada en la nevera sumado al nada en la nevera de nuestras emociones es adicción al prozac asegurada, o al fútbol, o al tinder, o a lo que sea... Nos convertimos en yonkis que sustituimos una carencia por otra con soltura y sin transición.

Tengo un título, “un titular” que diría una amiga periodista: “El libro del Desasosiego”. Y no me refiero al de Pessoa obviamente, si no a ese que todos deberíamos tener en la mesilla de noche para apuntar todas y cada una de la putaditas que nos va regalando nuestra vida, esa existencia de occidentales suertudos pero con derecho a la pena y la pataleta.

Un nuevo e incipiente amor no correspondido por la típica cantinela de la falta de “lo que hay que tener”, la humillación en un curre de mierda que te comes con patatas y sin cubierto de plata, no encontrar al padre de tus hijos, que se te esconda la madre de los tuyos, que te follen y no te quieran, que no sepas cómo demonios vas a pagar la hipoteca este mes, que tus días estén en un permanente standby….Uff … ¡Menuda escenografía!!!

Suma y sigue, y no te quejes, al fin y al cabo no eres un refugiado de Siria ni has sido obligado a trabajar… blablabla… ¡¡¡Y un carajo!!!

Todo el mundo tiene derecho a un trabajo digno… artículo tal… a que le follen con amor, a generar las agallas para comprometerse con alguna buena causa, y sobre todas las cosas… a un AMOR con mayúsculas.

He dicho.

 

 

 

 

 

 Publicado el 10 de julio de 2017 en ÚLTIMO CERO

 

AMOR DE MADRE... DE DRAGONES 

 

 

 

Está llegando. Y no nos referimos al invierno precisamente. Hablamos del fenómeno televisivo que lleva desde su estreno, allá por el 2011, en primera línea de repercusión socio-mediática. Servidora es rara avis, confieso que soy una recién llegada al universo “Juego de Tronos”. Como espectadora estoy verde, pero resulta imposible escapar a su influjo y todos estos años he asistido -desde un autoexilio elegido- a los aconteceres que rodeaban la superproducción: que si buscan extras delgados y sin tattoos en España, que si resucita “Jesús” Nieve, que si la literaria villa de Urueña podría convertirse en localización para los últimos episodios… bla bla bla. Sin embargo ahora, a punto de finalizar mi visionado de la sexta temporada, ya casi estoy lista para poder disfrutar -como el resto de los mortales- con la séptima entrega.

Un buen amigo mío siempre dice que la humanidad se divide en dos: los que aman "Juego de Tronos" y los que no. El caso es que mi proceso de “enganche” al serial ha sido como si de un enamoramiento al uso se tratase. Empieza una a lo tonto, sin entender mucho el objeto de admiración y pensando: ¡Vaya culebrón con estilazo que se han marcado! Confieso que necesité un “tutorial" los primeros capítulos, e incluso pedí ayuda en las redes, para comprobar que no era un asunto mío exclusivo: árboles genealógicos circulaban por doquier para que ningún televidente se perdiese. Además del complicado entramado de casas familiares, otra cuestión que llamó mi atención fue la cantidad de mandobles por capi, y fiambres, mucho fiambre. Y uno en concreto que desconcierta súbitamente cuando ya creía “pescar” algo. ¡Era Ned Star! OH MY GOD!!!

No entender el objeto de admiración -les decía- pero comenzar a necesitar verlo cada día un ratito más, hablar cada semana un poco más sobre el temita y pronto apercibir que… ¡Una no puede vivir sin él…! Intentar poner límite a “las citas”: una, dos, tres entregas diarias en vena… ¡Esto no puede continuar así!... Perder el apetito y ganar en necesidad… ¡Un enamoramiento en toda regla ya digo!.

En uno de los últimos episodios escuché a la Reina Margaery reconocer que había perdido mucho tiempo en parecer buena cuando realmente no lo era. Me sentí identificada. ¡Todos somos Margaery! Aunque pretendamos alcanzar la santidad, nos quedamos en aprendices, por eso quizá nos mantengamos ojipláticos ante la pantalla.

Esta serie nos retrata. Todos somos la reina consorte, aunque quisiéramos ser Jon Nieve o soñásemos con encarnar en una iluminada, cañera y buenorra “Madre de dragones”, en esta vida nos ha tocado representar a los progenitores de un par de mocosos al borde de la adolescencia en plena guerra civil por el mando a distancia (¡Uff, menos mal que ellos también se han enganchado…! ¡Cómo no!). 

La cuestión es que todos podemos ser -llegado el caso- un monarca borrachín aficionado a la caza mayor y “menor”, una princesita de melena bermellona que descubre -a base de palos- que es mejor estar sin príncipe que mal acompañada, un ambicioso arribista proxeneta y pendenciero, una aprendiz de sabiduría místico-marcial con tintes muy bélicos, una guapérrima prostituta de indescriptible y encantador acento finolis, una fiel escudera con más testosterona y hombría que muchos hombres, una temeraria y cruel leona real en defensa de sus cachorros, el freaky de la clase que se recicla en el prefe de la líder….. un suma y sigue de roles a cual más interesante.

Esta serie es un icono perfecto para la era de la globalización, porque “le toca” a todo el mundo, gracias a esa pluralidad de caracteres tan magistralmente dibujada por los guionistas, provoca que cada uno encuentre su referente. Habita en ella una máscara perfecta para cada personalidad. Para mayor gloria, los personajes no son lineales, poseen un gran arco que se diría en argot interpretativo. Esto es lo que más nos encandila, porque la vida es así. Uno inicia siendo un bastardillo repudiado y, con perseverancia y mucho brillo personal, puede rebautizarse en el pilar fundamental de "LA FAMILIA".

Y luego está la cuestión de vivir el momento. Ellos lo hacen. Demasiadas espadas surcando el aire de los 7 reinos como para no… ¡Son una magistral lección de Carpe Diem!

¡¿Y qué me dicen de ese pedazo mantra?!: “Lo que está muerto no puede morir”. ¡¡¡Guau!!! Nos sentimos más vivos que nunca, empatizando con el precipicio constante vivido por cada uno de los protas.

¿Y la llegada del crudo invierno como metáfora? Simple pero muy efectiva... ¡Sí Señor! 

El caso es que sea como fuere, tengo un mono terrible y no se llama Amedio. ¡Espero como agua en mayo este 17 de julio!

¿Saben que tengo una primita que se llama Arya? ¡Marcando nuevas generaciones y todo! ¡Yeah! ¡Menos mal que mi hijo ya está bautizado! Calla, que aún estoy a tiempo de hacerme un tatoo... ¡Invernalia forever! O no… mejor aún: “Amor de Madre… de dragones”. ¡Por supuesto!

Estimados lectores: me declaro tronista y no de las de Telecinco precisamente.

7 reinos, 7 razones.

7 notas, 7 colores…

¡Sólo faltan 7 días!