Venezzia Revisited

Aeropuerto de Treviso. 

El low cost debería cambiar su nombre por el de stronzo di merda cost. Retrasan tres horas la vuelta a Ciampino y pienso que, con ello, pierdo un tiempo valiosísimo para seguir descubriendo Venezzia. A mis espaldas queda una nueva inmersión en la “ciudad ficticia”.

No hay mal que por bien no venga. Cierro los ojos al atardecer y vuelo hacia atrás en el viaje. Visualizo la particularidad del barrio judío, con sus construcciones extraordinariamente altas. Recuerdo que al preguntar a varios “ragazzi ebrei” comprendo el sentido literal de la palabra guetto: no hablan italiano, lucen tirabuzones, traje y sombrero negro y parecen vivir en otra realidad. No es una crítica, es una percepción.

 

Regateando y aliándonos con un majísimo matrimonio belga, logramos pasear en góndola.

IL gondoliere” parla por el móvil mientras rema y se impulsa apoyando el pie en las esquinas de los edificios. Se le perdona todo, “è un figo” y cuenta cómo nadie: “aquí se alojó Goethe, en La Fenice cantó “la Callas”, allí vivió Mozart el carnaval...”.

Hago las veces de diccionario italiano-castellano, mi hermana de castellano-francés, incluso mi padre se atreve a chapurrear un poco de inglés y todos tan contentos. La Torre de Babel deslizándose por el Rio de la Veste.

 

En una tiendecita del Dorsoduro encontramos “Sconti fino al 70%”, el cristal de Murano también está en crisis, aclara la dependienta, mientras suena el “Dies Irae” del Réquiem de Mozart, ¿casualidad?...

 

Antes de todo esto, descansábamos nuestras imágenes en el hotelito, tan barroco y encantador que parecía un puti finoli. Y “un po´prima ancora”, mi padre y yo comentábamos el clásico “lo mal que siempre ha estado repartido el mundo”. IL Palazzo Ducale es sólo una muestra más.

Veronese, Tintoretto, Bellini... curraron lo suyo pa´engalanar los saloncitos del “Dux de turno”, vicinísimos” a las Nuove e Vecchie prigioni,donde arrojaban la comidita a los presos por un agujero, y eso que eran presos “de luxe”.

Y ahí está de nuevo el famoso puente que liga un universo con otro; allí dónde ahora todo el turisteo suspira, tres siglos atrás los reos maldecían su suerte. Probablemente esa fuese su última visión de la libertad: la Isola de San Giorgio cancelada por la celosía. Me recreo a pesar de la mirada inquisidora de la vigilante de la sala. Es pronto, pero los italianos son puntualísimos, aunque sólo seaa la hora del cierre. No es una crítica, es una percepción.

 

Recién llegados habíamos visto una expo de Loris Marazzi; Venezzia está engalanada de sus inverosímiles piezas de madera, que son un desafío a la realidad.

Y nada más bajarme del traghetto, esta vez sí consigo encontrar la casa de Byron y la providencia ha querido que llegase el cartero y pudiera tostar el jardín.

 

Todas estas instantáneas pasan veloces por mi testa y regreso de nuevo al pensamiento inicial: el low cost es una mierda. Y no es una percepción, es una crítica.