Affitto Casa a Roma

La llegada a Roma fue triunfal.

Dormitamos hora y media después de cañitas madrileñas con Pol. Entre un buen amigo y el sueño… ya dormiremos. Asín que me desperezo y vislumbro al conductor del pullman en Ciampino, prototipo de italiano parapetado tras sus maxigafas y la pelambrera trepando cual enredadera por la camisa, mientras suena Radio Cuore a toda pastilla.

Nos cobra un extra por cada maleta aparte del carísimo billete. No tengo ganas de montarle un pollo al primer jetilla desaprensivo que quiera aprovecharse de mí, paso de todo y pago religiosamente, eso sí, pienso: "me vengaré de ti en algún artículo".

 

Las mejores fotos son aquellas que nunca llegan a hacerse. Víctor and me recién salidos del cascarón del metro en Ottaviano, la gran avenida que conduce a Piazza del Risorgimiento y nuestro primer contacto con la city. Estamos con todo el poder. Acarreamos el entusiasmo y los bártulos hasta un hostel de cuyo nombre no quiero acordarme – será nuestro “campamento base” mientras emprendemos la ardua tarea de encontrar casa- y marchamos en el 69 a Viale Jonio al encuentro de Claudia: un lujo de bienvenida. Mi gran amiga romana nos prepara spaguetti a vongole –deliciosos-, vino bianco y terraza… ¡La típica terraza romana de peli! Y no estoy fabulando, ¡è vero!


”La Secta” nos recibe en la mañana. Ya somos oficialmente erasmus, lo dice en el carné. Bacheca de anuncios en la LUMSA, nuestra universidad, que comparte escena con El Vati. ¡Qué poderío! Todo es desmesuradoAhora toca Porta Portese -la Biblia del alquiler romano- a saco. Shock lingüístico al otro lado del telefonino. ¿Quién dijo que el italiano era fácil? ¿Y preciso? Si dicen vicino a la estación de metro, puede significar que haya que recorrerse toda la Circonvallazione Aurelia.

Cuarto de la plancha reconvertido en camera singola a 520 “del ala”. ¿Eres studentessa? Sí: precio antipopular. Entiendo Lui Ricci y resulta ser Luigi Rizzo. Así no lo encontramos ni con el callejero. Y cuando damos con ello nos espera un tipo en chándal con cara de carnicero humano. Huimos hacia la próxima cita, que resulta ser el hogar de una anciana recientemente finada. ¡Sí aún está su delantal en la cocina! ¡Qué locura! 

Gacela perleteada que alquila habitas en el pisito que usa como despacho y amenaza con un “aquí no duerme nadie más que tú”. ¿Y si me quiero traer a mi hermana, al primo de Zaragoza o al amante, me vuelvo al hostel? ¡Ni de coña!

 

Le digo a Vitorito, que el Papa podría hacernos un huequito en su gran queli, que la vivienda está muy difícil por estos lares. Regreso al giornale “con fruición”. Y por la noche, en la litera roja metálica, sueño con mi casa entre los ecos del german que se ha vuelto a emborrachar, los ronquidos nada tímidos del italo-americano tímido y las bolsas de plástico estrujadas a las dos de la madrugada en busca de no sé qué… ¡No son horas coño!. Además, comenzamos a reciclar la ropa y el ánimo. Y a desear un potaje casero por encima de cualquier otra cosa. Los otros deseos no existen… aún.

 

Aguantamos el tirón y...¡¡¡Tachán!!!: Nos ha costado exactamente trece días, cinco kilos y unas cuantas pulgas -cortesía del hostel de marras-, pero una gloriosa mañana ponemos el piedi en el lugar adecuado. Mientras hablamos con Lucía, la casera, lloro de alegría y le suplico en mi mejor italo-castellanosupergesticulado que no le enseñe el apartamento a nadie, que siamo molto puliti y que… Hoy empieza todo.

El caso es que hemos depurado la técnica del “busco agujero contrarreloj”, y al final la soltura adquirida ha desembocado en el hogar que Vitorito y yo soñábamos: Habemus casa de tres “cameras singolas” de lujo en Prati, barrio vicinísimo al Vati, de hecho, ya hemos visto al Papa, justo antes de firmar el contrato de la casa… ¡Upsss! Y dejamos atrás el maravilloso mundo del hostel, los bocatas, la sensación de homeless y las pulgas. Nos desparasitamos en el bagno del Palazzo muertos de risa, porque ya tenemos ¡casaaaaaaaaaa!

Cambiamos de barrio, de estatus y hasta de birra pa´ celebrarlo, la peroni ha sido relegada por la bohemian, puesto que ahora somos "bohemian con pasta", aunque sólo sea por los cappelletti que ya podemos cocinar.

 

Señales. El día de “El Encuentro”, los dos habíamos salido perfumados con la colonia preferida de mi madre, que protege y asiste como nunca. Y camino a la facultad, en el Borgo Sant´Angelo leímos un letrero que decía: ¡Grazie al cielo! Pues eso: que gracias al cielo.
To be continued…